...
12.20 hs. 31 de agosto.
Escribía esto:
"Querría poder contar,
con las palabras justas,
cada paso que di con tu ausencia."
Y de pronto, sorprendida, me di cuenta...
hacía sólo unos minutos se había terminado el día 30.
Un año más desde aquel 30 de agosto de 1968,
el día que murió el viejo, mi viejo: Enrique Wernicke.
Lo homenajeba sin intención, como siempre.
Simplemente lo recordaba.
Para los que nunca lo leyeron,
para los que lo quieran volver a leer,
así empieza su novela "La ribera".
12.20 hs. 31 de agosto.
Escribía esto:
"Querría poder contar,
con las palabras justas,
cada paso que di con tu ausencia."
Y de pronto, sorprendida, me di cuenta...
hacía sólo unos minutos se había terminado el día 30.
Un año más desde aquel 30 de agosto de 1968,
el día que murió el viejo, mi viejo: Enrique Wernicke.
Lo homenajeba sin intención, como siempre.
Simplemente lo recordaba.
Para los que nunca lo leyeron,
para los que lo quieran volver a leer,
así empieza su novela "La ribera".
Desperté bruscamente, totalmente lúcido.
Era imposible demorarse en la inconsciencia: la mañana estallaba en la ventana de la piecita y me había penetrado el cuerpo cuando apenas entreabrí los párpados.
Me senté en la cama apoyando la espalda en los duros barrotes. La luz invadía la reducida habitación y su impertinente desenfado señalaba los más graves defectos de mi vida: soledad, desorden, pobreza. Sábanas arrugadas y sucias. Ropa en el suelo. Una botella de vino, vacía. Un libro abierto y manchado. Puchos de cigarrillos.
Estigmas de una noche como tantas.
Pero la ventana me ofrecía un nuevo día y resultaba grato recomenzar a vivir.
Me vestí distraídamente. Miraba las ramas del sauce recién brotado que se interponía entre mi casa y la calle. Cuando di unos pasos buscando mis alpargatas, el piso cedió bajo mi peso con esa blandura que suele tener la tierra fresca. Sonreí. No siempre soy capaz de sentir las cosas.
Di otros pasos por sentir la elasticidad de la madera. Y recordé la sensación que se experimenta al subir a un bote y la liviandad de la marcha sobre un muelle de madera.
Recordé un mar lejano. Y de pronto me sentí feliz.
A fin de cuentas, una vez más vivía en una ribera, y el río, si no el mar, estaba a unos metros de mi casa.
Era imposible demorarse en la inconsciencia: la mañana estallaba en la ventana de la piecita y me había penetrado el cuerpo cuando apenas entreabrí los párpados.
Me senté en la cama apoyando la espalda en los duros barrotes. La luz invadía la reducida habitación y su impertinente desenfado señalaba los más graves defectos de mi vida: soledad, desorden, pobreza. Sábanas arrugadas y sucias. Ropa en el suelo. Una botella de vino, vacía. Un libro abierto y manchado. Puchos de cigarrillos.
Estigmas de una noche como tantas.
Pero la ventana me ofrecía un nuevo día y resultaba grato recomenzar a vivir.
Me vestí distraídamente. Miraba las ramas del sauce recién brotado que se interponía entre mi casa y la calle. Cuando di unos pasos buscando mis alpargatas, el piso cedió bajo mi peso con esa blandura que suele tener la tierra fresca. Sonreí. No siempre soy capaz de sentir las cosas.
Di otros pasos por sentir la elasticidad de la madera. Y recordé la sensación que se experimenta al subir a un bote y la liviandad de la marcha sobre un muelle de madera.
Recordé un mar lejano. Y de pronto me sentí feliz.
A fin de cuentas, una vez más vivía en una ribera, y el río, si no el mar, estaba a unos metros de mi casa.
La ribera -Enrique Wernicke
Editada por Capital Intelectual- 2009
(Primera edición: Fabril editora - 1955)
Editada por Capital Intelectual- 2009
(Primera edición: Fabril editora - 1955)
9 comentarios:
Ya veo de dónde viene tu talento.
Esta situación tuya me ha tocado una fibra que creía muerta. Hace mucho tiempo no veo a mi padre y sinceramente tampoco lo recuerdo mucho, es una decepción de mí mismo.
Gracias.
Un abrazo.
Ahh Mari..... un beso enorme desde aca!
Lo lei hace mil años. Ese clima del río me quedó para siempre grabado a fuego. Un escritorazo, y encima tu viejo ¡ Puf!
belleza Maria... a todo le pones belleza.
Gran abrazo!
pd: ahora que cambie el mar por el rio, y me encamore de estas aguas, me tentaste y voy a tener que leer a tu papa ;)
Bellas tus palabras, María, se sienten tanto...!
Bellas las palabras de tu papá, esas imágenes invitan a ir por más.
Genial es poco.
un abrazo!
Hidadrgirista, no es poco haber tocado una fibra que parecía muerta... ojalá sea bueno para vos. Para mí, recordar lo es. Un abrazo.
Un beso, Vir. Gracias.
¡Puf, Eleonora!
Leé, Paula, no te vas a arrepentir! Es una maravillosa novela.
Lo mismo te digo, Ale. Te va a gustar. Abrazotes para las dos.
Un beso, Matías. Gracias :)
Un abrazo, vecina! A usté y a Rosa.
Recibidos, Mercedes!
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