...
Pregunta frecuente para la
que tengo una vaga respuesta: ilustro y escribo, hago libros.
Respuesta a la respuesta:
Ahhhh… Entonces agrego: libros para
chicos, libros ilustrados… en realidad, libros para todos.
Acá viene la parte donde dudo
si digo que mi pasión es el libro álbum o no. Sé que implica desarrollar,
tratar de poner en palabras, hacer gestos, apelar a mi imaginación y la de mi
interlocutor,
porque rara vez tengo un ejemplo a mano.
Si la charla se extiende, no
sólo me esmero en explicar, sino que, ante el entusiasmo por el interés que haya
podido provocar, sigo.
También pregunto, como me
preguntaron a mí. Y a veces la conversación se expande, crece, ya sea por
intereses compartidos o mera curiosidad.
¿Y trabajás para alguien?
Mmmm… sí y no. No tengo horarios, aunque
en general, tengo fechas que cumplir. Pero no siempre es así, porque no siempre
estoy trabajando por encargo. También dibujo y escribo porque se me da la gana,
porque lo necesito… Y aparece la pasión, otra vez. Digo que me gusta mucho
hacer lo que hago, que no podría vivir (en todo sentido) sin hacerlo. Que lo
hago por pura gana y también para ganar la plata que necesito para pagar cuentas y comer. Que para mí no
existen los días de semana ni los feriados, a menos que yo decida y pueda inventarlos.
Hoy es domingo. Dormí hasta
muy tarde porque anoche trasnoché.
Desayuné mirando el patio,
mis plantas, mientras tomaba café y de a poco empezaba a conectar con el
nuevo día. Miraba el patio, pero al mismo tiempo, entre el jazmín de país
florecido y los gajos del otro, el amarillo, que van prendiendo, se colaban
partes de un texto, imágenes borrosas, materiales. Sin querer, había empezado a
trabajar. Seguía trabajando, porque en realidad, ni el texto, ni lo que imaginé
la primera vez que lo leí –hace meses- me abandonaron.
Eso es lo que me pasa cada
vez que encaro un nuevo proyecto, no importa si es por encargo. Lo que sí
importa, es que me importe.
Puedo comparar esta
sensación con un río que en alguna parte de su cauce se vuelve subterráneo. No
siempre lo veo ni lo siento, pero está ahí, adentro o afuera, siguiendo su
curso.
Cuando estaba lo
suficientemente despierta, cuando mis ojos empezaban a poder hacer foco –aunque
fuese con anteojos-, busqué los papeles, el texto, el diseño de página, todo lo
que había preparado ayer. Y empecé. O más bien, seguí.
Pasaron las horas sin que me
diera cuenta, sin hambre más que de café.
Cancelé un paseo en
bicicleta porque ni el calor ni piernas me habrían permitido avanzar más de
tres kilómetros. Y para el llamado paseo, eso era sólo el comienzo.
Y seguí imaginando,
dibujando, armando el rompecabezas de lo que quiero decir, como lo quiero
decir. O dejando que se armara cada vez que surgía algo nuevo. Sorprendida, sí,
porque no tengo idea de cómo pasa lo que pasa. Simplemente ocurre. A veces creo
que entro en trance. No escucho, no veo. Pero sí escucho y veo aquello que
corre por dentro. Me pueden hablar y yo contestar, pero en esos momentos no
registro de verdad el afuera.
Creo que eran las ocho de la
noche cuando paré, cuando me di cuenta de que me estaba quedando sin
cigarrillos y de que el chino iba a cerrar.
Dejé los papeles en la mesa.
Me vestí y salí.
Mientras caminaba hacia el
quiosco pensaba en qué tenía ganas de comer. En dos cuadras, decidí.
Compré berenjenas. Tomates y
perejil, tenía. Pero olvidé que me había quedado sin ajo.
Mientras cortaba berenjenas
y calentaba la sartén pensé en la pregunta ¿a qué te dedicás? Me di cuenta de
que era domingo y de que yo había trabajado todo el día. De que estaba contenta
con eso, y con estar en ese momento haciendo otra cosa que me apasiona, cocinar. Pero sobre
todo estaba contenta con lo que había hecho. No me importaba que otros, los
domingos, se dedicaran a mirar el cielo.
Descorché un “blanc
souvignon” y me senté a comer una deliciosa tostada con berenjenas, tomate y
perejil. Una buena cena para alguien que hizo lo que quiso y que además sintió
que le salió bien.
Ahora sí, con el alma y la
panza llena, a mirar el cielo.
Y ya que estoy, dejo la
receta:
¿A qué te dedicás?
(Multiplicar por cantidad de
personas que preguntarán)
1 berenjena en rodajas de ½
cm
1 tomate perita en rodajas
de 1 cm.
1 rodaja de pan de campo
tostada en el momento.
Sal, ajo (si tienen),
perejil picado, sal, pimienta y azúcar.
Remojar por 20 minutos o
media hora las rodajas de berenjena en agua con sal. Escurrir.
Dorar en un fondo (una nada)
de aceite de oliva por ambos lados. Si tienen ajo, agregar un ajo en fetas para
saborizar. O picado, si les gusta más. Reservar y poner pimienta (sal no, no es
necesario ya que se salaron en el agua).
En la misma sartén darles un
buen golpe de calor a los tomates, dar vuelta y salar y esparcir en cada rodaja
un toque de azúcar y perejil.
Colocar sobre la tostada las
rodajas de berenjena y arriba las de tomate. Al final, un poquito más de
perejil y un toque de aceite de oliva.
Y… a cenar, o almorzar. ¡No
importa que día sea, festejen la vida!
...
12 comentarios:
sabroso texto y sabrosa cena! :D
Me alegra saberte así. Abrazo.
Me alegra, Pau! Saboree nomás.
Abrazo para vos, Germán.
Tus dibujos, tus textos, tus comidas, están llenas de calidez, siempre.
Gracias por compartirlos.
Ale!!! Gracias. Compartimos mucho de lo mismo. Y eso es un placer. Las berenjenas a la Ale, en casa, se repiten una y otra vez.
que buen domingo, que buena explicación y que rica receta.
Suena todo tan relajante María!
Es fantástico pasarse por aquí, y ver cómo compartes arte, inquietudes, ¡y ricas recetas para ser feliz! Saludos, S.
Me encantó todo!!! tu domingo, tus palabras, tu comida... Qué buena onda, como dicen los chicos :-)
que bien me senti leyendote , y como me identifique con tu pasion por explicar " que hago yo".... la receta se ve deliciosa, solo que mi pasion no es la cocina pero las manos de un marido con arte culinario hacen maravillas... ;)
yo me dejo el resto para mi en mi alma y mi corazon y el vino para degustar todo!!!
un abrazo
cote
Yolanda, Susana, Nora, Cote, abrazos para las cuatro. Gracias.
Qué gusto da leerte y saberte tan feliz.
¡Te deseo mucho disfrute!
Felicidades, un abrazo grande.
Gracias, Ines por el deseo, y también por hacerme releer y recordar. A veces, hace bien eso también. Saludos.
Publicar un comentario